Francisco Papas Fritas

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El conchito de su madre (2006)

Octubre 2006 – Museo Nacional Benjamín Vicuña MacKenna

La invisibilidad: La fragilidad y la desaparición de la obra en el momento de actuar. Y dejar ahí la existencia de lo sucedido, para dos, la madre y el hijo.  Y la operación, la operación de lo invisible, de lo instantáneo, por medio de la manipulación predeterminada de constituir los hechos y circunstancias subjetivas e impredecibles en la adjudicación del total en una obra de arte.

Aquella donde convierto a mi madre en artista.  Y donde ella, una persona que no se  relaciona con la disciplina de las artes, es capaz de ejecutar operaciones artísticas.  Es esta parte invisible la que no verá el público donde para mi se construye la obra.  En el pensar con ella, en el acordarse del pasado, de nuestras vidas, de sus recuerdos de madre, en la evaluación de la vida, de unas vidas.  En cómo hacemos nuestra relación de madre-hijo arte y vida.  En la construcción de la vida como obra.  En aquellas instancias de relación que marcan a las personas para siempre.

Si me muero después de la exposición, moriría en paz con mi madre.  Ella dice que solo ha hecho dos obras antes que ésta: Daniel y Francisco, sus dos  hijos.  Gracias a ella, a sus enseñanzas, a su modo de inducirme a soñar y ocupar mi creatividad para controlar y construir mi propia persona es que comencé a hacer lo que hago hoy.  Para mi realizar este proyecto tiene que ver con devolverle a ella lo que me ha dado y completar un proceso, un periodo de vida.  Cortar el cordón.

Después está la excusa // la metodología: la obra de arte como modo de universalización de la anécdota (biográfica). La edición como método de revisión recursiva de la obra: el registro, videos, fotos, objetos, las narraciones, el documental y el montaje. La formalidad del arte que le hace arte.

Mi madre Luisa Salinas. Dueña de casa de 52 años, que de vez en cuando trabaja cuidando ancianos enfermos, a ella la invité a realizar una exposición en conjunto conmigo.

Ella es una mujer con un  pasado duro, envuelta en los típicos contextos machistas, donde su construcción como individuo ha sido trabada por distintos procesos personales.  Es así, tras varios años, que ella comenzó a independizarse y a  individualizarse. Ella toma como parte de ese proceso la creación continua de dos de sus obras,  obras que tienen que ver con la construcción  y la distinción del “individuo” en una sociedad. Una de ellas es una foto de ella de frente y de espalda, impresa en tamaño  120 x 90 y cortada en cuadrados de 20×20 lanzados en el suelo, donde el público tiene la posibilidad de tomar estos trozos y construirla en el muro como un puzle. Ella ve la importancia de su entorno social para lograr su propia construcción. Otra obra consiste en una planta que el público debe regar y simboliza la relación fructífera que ha tenido con su hijo.

Por otro lado ve toda su construcción como madre.  Ahí ejecuta una instalación de tazas de té, que tienen que ver con la relación más íntima que tiene conmigo.  Desde pequeño  que tengo un pánico a vomitar, y cada vez que me ponía nervioso o me caía mal algo que comí, me comenzaba el deseo de vomitar, me empecé a marear y entraba en crisis de pánico.  Mi madre siempre me llevó té, hierbas, y me conversaba para ayudarme a relajar.  Me contaba cuentos, me hacía cerrar los ojos e imaginar que nos íbamos a la playa y me relataba todo el transcurso del viaje.  Me hacía caminar por la orilla del mar y escuchar las olas reventarse.  (Es por tantos momentos como estos que digo que ella me  inducía mi capacidad creativa.)  Y después, a veces por medio de la taza de té, conversábamos,  desde la una hasta las tres o cuatro de la mañana, solucionando cosas y soñando.  Mi madre siempre me crió con una frase que marcó mi vida: “Soñar es gratis”.  Creo que siempre le hice caso con esa frase, y hasta ahora la ocupo para realizar y proyectar todo, desde ese espacio, mi espacio.  Hasta ahora nos sentamos con la taza de té, compartiendo un momento hasta que pase lo peor de mi crisis de pánico y mi miedo a vomitar.  Una madre madre madre, que siempre está al lado.  Y yo un mamón mamón  demasiado feliz de tenerla a ella como madre.

De ahí nace otra obra que presenta un imaginario vegetal, de pasto y plantas naturales que se degradan en el encierro a medida que avanza el tiempo, un sueño con personas en un mundo ficticio que se va agotando y termina en otra sala donde culmina con las frases: “Soñar es  gratis” y “Vivir no”.  En esta última sala se encuentra  un  niño en un peladero, un peladero que es una imagen de la casa donde viví cuando era un niño y que  casualmente también fue la casa donde mi mama vivió en su adolescencia.  Un punto en común.  Un lugar donde la vida muestra su dificultad.

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